Manos...
Caminaba con los ojos cerrados porque no le hacía falta ver nada, se aferraba a una mano que lo guiaba con paso firme. Y esa mano no sólo era una guia, era más que cuanto pudiera ver con sus ojos.
Cuando esa mano desapareció, al principio se quedó muy quieto, asustado, desconcertado. No sabía qué dirección tomar y los ojos le dolían al intentar mirar a su alrededor.
Ahora ya no le duelen tanto los ojos, ahora ya ve la belleza a su alrededor y la sigue. Antes tenía un rumbo, y ahora tan sólo se deja llevar por sus ojos. Aún añora esa mano que se fue, pero si esa mano volviera no cerraría del todo los ojos, se dejaría llevar con los ojos abiertos porque el perder esa mano-guia le ha hecho cambiar.
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