y lloró...
Mientras estuvieron en el aeropuerto, sobre todo despues de facturar, fue ella quien lloraba. No era un llanto, no emitía el sonido del llanto, eran sólo lágrimas que escapaban de sus ojos, una detrás de otra y se perdían por su cuello o eran secadas por un pañuelo que ya no podía secar nada mas. Él no lloraba, pero no por ser más fuerte que ella o sentirlo de otra manera. No lloraba porque lo que mas pena le daba era verla llorar y ser consciente de que casi nada que pudiera hacer o decir podría miticar sus lágrimas. Por eso se prometió a si mismo aparentar ser fuerte y no derramar ninguna lágrima... por ahora, e intentar que ella no estuviera triste, decirle que pronto estarían de nuevo juntos, sacar a relucir con su sonrisa el recuerdo de los pocos dias vividos juntos y no la tristeza de la separación. Por eso él no lloraba, aunque se le estuviera partiendo el alma por dentro...
Cuando ella tuvo que embarcar, tan sólo habian pasado unos pocos segundos de que él la perdiera de vista, ella le mandó un mensaje a su teléfono movil: "no llores mi niño, te quiero mucho"... Entonces él sintió el aplastante sentimiento de que ella se alejaba y que él no podía hacer nada para retenerla, su cabeza daba vueltas y un nudo en su garganta no dejaba de crecer y crecer, se ahogaba allí dentro, no podía verla ya. Hacía apenas 5 minutos que no la veía y ya se sentía profundamente solo...
Salió corriendo, bajó hasta los aparcamientos y cogió su coche. Mientras conducía camino de la salida pensaba en algún lugar donde poder verla, antes de que definitivamente dejara la isla... Y recordó que en los límites del aeropuerto había una loma donde se podía ver bien el despegue y allí fue. Al llegar a esa loma se encontró con muchas personas que tambien esperaban ver el despegue... no esperaba que tanta gente fuera a hacer lo mismo que él... Colocó en lo más alto su coche y esperó a que el enorme avión de Iberia hiciera el baile habitual para despegar. Hacía frío y se puso su polar de color naranja, a medias por el frío a medias para que ella, tal vez, pudiera reconocerlo desde el avión, aunque ella no vería más que un punto naranja en medio de mucho verde....
Cuando el gigante de metal aceleró y se elevó un dolor intenso lo asaltó, sin aviso, sin esperarlo. Y sintió que una parte de él se iba en ese avión, sintió que lo mejor que le había ocurrido jamás se iba en ese avión. Y lloró... lloró desesperadamente, sin consuelo posible, con lágrimas que sentía cálidas en su frío rostro, con lágrimas que habían estado hasta entonces contenidas y que ahora fluían como torrentes de sus ojos. Se metió en el coche y estuvo así, llorando, unos 3 minutos.
Y desde entonces vive esperando el reencuentro.